NUNCA JAMÁS

Once upon a time...

Una niña perdida que nunca se perdió porque era demasiado lista para caerse del cochecito. Esa niña perdida nunca leyó cuentos para que Peter Pan fuera a escucharla cada noche, escondido en el alfeizar de su ventana del bloque de pisos donde vivía en mitad de una enorme ciudad; el sonido de su voz la violentaba más de lo que jamás admitiría y le parecía rídicula. Al contrario, los escribía y dejaba que fueran sus lápices los que contarán los cuentos que jamás leería en voz alta. 

Y escribía acerca de Nunca Jamás, de aquel extraño y recóndito país donde nunca nadie envejecía. Decía que tenía mucho más sentido que el País de las Maravillas y la vida real, que allí era donde se escondían todas las sirenas y las hadas del universo, que en realidad los indios nunca fueron expulsados de sus tierras y que los piratas nunca dejaron sus galeones ni sus espadas, mucho menos descubrieron donde ocultaban sus tesoros más preciados. Todos permanecían allí, en un lugar de encanto sin igual donde SIEMPRE podrías vivir una aventura tras otra que te hiciera parecer que nunca tenía final. 

Esa niña perdida nunca quiso crecer, desde pequeña supo entender cual era el valor de la infancia y apreciar que, cuando se crece, se pierde todo lo importante que puedes tener. Sabía que si Peter Pan la hubiera encontrado, habría aceptado sin dudarlo su propuesta de ir para siempre a Nunca Jamás porque nunca entendió como Wendy pudo ser tan tonta. Pero había demasiadas ventanas donde ella vivía y Peter nunca encontró la suya; problemas de vivir en la ciudad. Aun así, inesperadamente, nunca envejeció y siempre fue una niña perdida que nunca se perdió, siempre creyó en las hadas y siempre pensó que habría conseguido demostrar la bondad de las sirenas, probablemente gracias a que sabía nadar. Siempre le tuvo miedo a los indios, mucho más que a los piratas y no le hubiera importado formar parte de la tripulación del querido capitán Garfio, ya que desde pequeña entendió que, el problema de crecer, es que al final acabas sintiéndote tremendamente solo. Lo único que no habría hecho habría sido enamorarse de Peter Pan, porque él era especial, él era la esencia de Nunca Jamás y nunca jamás habría deseado destruir aquel maravilloso país con un sentimiento que escapaba a su entendimiento. 

Pero nunca le dieron polvo de hadas, por lo que nunca aprendió volar y nunca pudo dirigirse hacía la segunda estrella a la derecha, todo recto hasta el amanecer. Y, como ya os he contado, a pesar de que nunca envejeció llegó un día en el que entendió que ya no era una niña por fuera y que aunque su cabeza deseara embarcarse en mil aventuras, esperando a que Peter Pan acudiera a su rescate no conseguiría hacer realidad ni una sola de las aventuras sobre las que había escritos en una cantidad indecente e innumerable de folios amarilleados por el tiempo. Así que buscó la manera de encontrar su propio camino a Nunca Jamás, ya que nunca pudo volar pero siempre tuvo mucha imaginación, esa tan característica de los niños perdidos...

No en vano, ella era una niña perdida que nunca se perdió porque era demasiado lista para caerse del cochecito.

NEVERLAND