¿QUÉ TE DIGO?

Siempre olvida que el olor del tabaco le delata. 
Es una cuestión de costumbres, a pesar de todo y de lo canalla de su alma, se considera un hombre de principios. Hace tiempo, años en realidad que en lugar de entrar en esa cárcel para adolescentes al que todos llaman 'instituto' se queda en la puerta, a veces en compañía pero la mayor parte de las ocasiones con tan solo el susurro de su corazón bombeándole en las sienes, expectante, esperando. 
Esperando un atisbo de esa melena castaña, de sus redondeadas mejillas de aspecto frágil y de su menudez desquiciante. Esperando un atisbo de verla reír en compañía de sus amigas, quienes siempre le miraron como si fuera a violarlas, de comprobar si ese jodido profesor de biología le ha puesto la nota que se merece en su último examen, cuyo coche arderá en caso negativo, de saber si en casa ha tenido problemas por culpa de sus hermanos, a quienes colgaría de las orejas durante horas solo por el placer de oírles llorar, y de saber si alguien ha conseguido robarle esas miradas inundadas de un candor sin igual en el universo, quien será la víctima de su próxima paliza descomunal.


Pero no, esa mirada siempre es única y siempre se la dedica a él, aunque no sepa que ha hecho en su vida para merecerla. 
-Tampoco le importa-
Ella le mira así desde que eran unos críos, desde que en el colegio le tiraba de las trenzas pero no permitía que nadie se metiera con ella. Solo él. Y el paso del tiempo le enseño que se podía coger cariño a alguien sumamente opuesto a ti, que podía verla en su primera clase de la Educación Secundaría Obligatoria y no saber como reaccionar ante la manera que ella tenía de sonreírle por primera vez, esa manera en la que descubrió que llegó a su corazón sin proponérselo, que se clavaría en lo más profundo de su ser sin ser consciente de ello y que adoraría cada día en el que ella se la dedicara. Más de lo que jamás podría haber soportado entonces, dientes mellados por culpa de las peleas en el recreo. 
Aun niños, todavía no preparados. 
Pero eso daba igual, la edad era relativa cuando ella le miraba de esa forma, siempre, cada clase en la que contestaba mal a la profesora o cada cruce de miradas no propuesto entre los pasillos, la base de una futura guerra de miradas concretas en los descansos. También estaban esos momentos en el recreo, cuando inusualmente todas y cada una de sus pelotas perdidas jugando a fútbol iban a parar cerca de ella o esos escasos momentos en los que la obligaba sin obligar a que compartiera con él su desayuno. 
Despistado nunca fue. 
Cruel parecía el universo cuando el tiempo les fue forjando, les fue cambiando y estableciendo parámetros de conductas jamás aceptados: él un caso perdido, tarde si es que llegaba a clases, deseando desafiar a alguien y tan sumanente rebelde que resultaba obvio que algo no iba bien. Y, precisamente, lo que no iba bien era ELLA
Inocente. Preciosa. Atenta. Responsable. Amable. Integrada. Capaz. Dispuesta. Amigable. Condenadamente hermosa. PERFECTA.
Y él, después de tantos recreos, de tantas horas de clase y no clase, de tantas veces que permaneció a la espera en la misma puerta de esa cárcel para adolescentes con el único propósito de poder verla cinco segundos antes de que entrase en el coche de su padre y se fuese a casa, aun sigue con el horrible vicio de fumar. Horrible por el único motivo de que le delata: el viento, contrario a su deseo de pasar desapercibido, le lleva el olor de sus cigarrillos, haciendo que en su frente se frunza un ceño inquisidor y desvié sus ojos hasta el lugar en el que se encuentra siempre, escondido entre la multitud. Y ella, aun a pesar de que odia la manera en la que se mata lentamente cada día, le sonríe como siempre, con ese destello en los ojos que cree que él ignora y con esa intensidad que le estruja el corazón de la misma manera que el primer día en el que fue totalmente consciente de que estaba acabado. 
Pero ambos continúan siendo los mismos, ella la niña buena enamorada del chico malo y él el chico malo que perdió la cabeza, los pantalones y el corazón por la niña buena. El cliché más antiguo del mundo y la historia de amor más verídica de nuestros tiempos.

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A veces hay que perder para ganar, Little Redbird.

Comentarios

  1. Sabes lo que es la perfección? Creeme que tu la has conseguido. Me lo he leido ABSOLUTAMENTE TODO.
    genial, Laura :) sigue así

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    1. Ains, no me digas eso que me pasa como en la canción y me pongo colorada :$

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  2. Situación sentimental: Enamorada de esta entrada, de como escribes y plasmas todo. SDGHJKLDFGHKLSDFGJKLGHJK :')

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    1. Situación física: dando vueltas como una croqueta en el suelo. ¡Que no me digas estas cosas!

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  3. Me encanta tu blog, de verdad, es genial. Pero esta entrada supera a todas. Pasate por el mio a ver si te gusta :) Sigue asi!

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