CUANDO NO TENGA NADA MÁS QUE MI ALMA DOLIDA

Todos queremos un cuento. 
Siempre, de alguna forma o de otra deseamos desdibujar la realidad y que se asemeje un poco a los cuentos que nos leían de pequeños en la cama para que nos durmiéramos, aquellos en los que la princesa siempre era rescatada por el príncipe y vivían felices para siempre jamás. Aunque siempre jamás siempre fue mucho tiempo
Todos queremos un cuento y muchas personas logran vivir uno, hacen que su día a día sea de colores pastel y que sus sonrisas iluminen las cosas de tal manera que hasta Blancanieves acabaría sintiendo envidia de ellos. 

Pero todos sabemos que los cuentos tienen un final. 
Y el final no acaba cuando el príncipe rescata a la princesa y viven felices para siempre jamás, el cuento acaba cuando deseas que tu vida sea como un cuento. Porque no puedes esperar que las cosas sucedan porque lo desees con fuerza o pidas deseos a una estrella azul, ni siquiera puedes esperar que el príncipe venga a recogerte porque quizás en realidad se ha cansado de buscar por todos los reinos y se esta tirando a la bruja malvada. Incluso cuando te empeñas en hacer que tu vida sea un cuento, en buscar la manera de que todo sea perfecto, algo falla
Falla que la vida no es perfecta, que las cosas malas siempre llegan cuando menos te lo espera, que siempre hay alguien deseando que caigas y que a veces desearás mandarlo todo a tomar por culo sin siquiera saber el motivo. Falla que si te empeñas en que todo sea perfecto, la perfección acabará destrozándote cuando te falle -porque falla, leedme bien, la perfección es tan perfecta que falla más veces de las que podrías contar en toda una vida-. Y no estarás preparado, ni tú ni el príncipe porque os habéis empeñado en que todo sea tan meticulosamente feliz que cuando, de vez en cuando, os toca ser menos felices os lo tomáis a la tremenda y decidís poner el punto y final al cuento tan falsamente perfecto que teníais. 


Quizás por eso prefiero no vivir un cuento, prefiero vivir la realidad
Prefiero saber que cuando me hagan sonreír es por la natural manera de ser que tiene quien consigue arrancarme sonrisas, literalmente destrozarme la cara para ello. Prefiero saber que cuando las cosas van mal y caigo siempre habrá alguien esperando que le permite ayudarme a levantarme, que preguntarán antes de rescatarme para estar seguros de que quiero ser rescatada. Prefiero saber que cuando alguien me tome de la mano simplemente será para decirme sin palabras un "te quiero" que se transmite con un mero contacto físico. Prefiero saber que cuando llore y este a punto de mandarlo todo a la mierda, alguien lo hará conmigo y me seguirá al fin del mundo para hacer arder el suelo que piso en lugar de empeñarse en crear una fantasía donde pretenda que me refugie de la realidad. 
Porque la realidad duele, pero peor es despertar de un cuento perfecto cuando acaba. 

Y resulta irónico porque siempre fui la chica que imaginaba cuentos de hadas donde, de una manera o de otra, todo era imperfectamente perfecto. Quizás la realidad es mi musa particular.

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