SERÍA

Ni más ni menos, tan solo exactamente aquello que necesitaría. 

Nunca fue una persona ingenua, quizás algo inocente pero escasamente la ingenuidad encontraba cabida de manera consciente en su mente. No le era complicado ser práctica, realista, lógica, encontrarle el lado plano a las cosas cuando era necesario que fueran encontrados; lo consideraba un don apenas poseedor de encanto. 
Ser así no era bonito, al menos no la mayor parte de las veces. Nadie se sentía cómodo cuando debía darse de bruces con la realidad de manera voluntaria, ella por el contrario vivía tan apegada al suelo que la incomodidad venía cuando se tomaba la licencia de imaginar más allá de lo que consideraba apropiado.

Y sin embargo no siempre todo estaba ocupado por aquella lógica. Parte de su cabeza tenía un área sagrada, un pequeño espacio donde podía permitirse fantasear cuando la apoyaba contra la almohada y el silencio de la noche la animaba a caminar hacia allí, apenas interrumpido por el canto de los grillos en el campo. No era un sitio muy grande, por lo que no cabían más de dos o tres sueños apretujados entre si; su alma de lógica aún no había encontrado quien pudiera arrancar de cuajo aquel realismo y permitiera que todo fueran esperanzas que poder buscar, pero eso es otra historia. Eran sueños bonitos, sueños que conseguían que su corazón diera pequeños pasos de claqué en su pecho, estirando un destello sonriente a sus ojos.
Ella los llamaba sus pequeños secretos a voces, pues siempre era fácil saber cuáles eran si uno se paraba a conocerla un poco.

A veces le decían que no tenía ambiciones en la vida. A veces contestaba que sus ambiciones eran realistas a sus posibilidades en cada momento; a veces sonreía con una lejana triste apenas alcanzable. 

Pero a veces tenía que dejar atrás aquellos sueños cuando una pequeña alarma en su pecho palpitaba para avisar del momento. Y no era fácil, ni bonito como tampoco era bonita su lógica, pero lo habían llamado supervivencia y tan sencillo era que no tenía porque negarlo. 
Supervivencia. 
Inspirar hondo y sonreír con la misma amabilidad que había mantenido hasta entonces, pararse a escuchar siempre cuando era necesitada, ser un apoyo cuando debía. 
Ser todo aquello que debía ser, no, que necesitaba que fuera. 
Ni más ni menos, exactamente lo que necesitaría


Aunque en noches sin luna, cuando la soledad acuciaba su epidermis y todo pensamiento lógico parecía esfumarse de su mente, tenía la ocasión de preguntarse si el nudo en su garganta era provocado para que no llegase nunca a su corazón.

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