Tarde.

Todo lo que ella quiso darle alguna vez, aún lo tiene en mente, así como tiene en mente todo lo que él le dijo alguna vez.

Quiso darle su todo, su alma, su mente, sus secretos e incluso contarle cosas que nunca había contado a nadie, algo que resultaba tan sencillo que llegó a aterrorizarla en más de una ocasión. Había sido rota en tantas ocasiones por tantos flancos, flancos abiertos incluso por sí misma, que estaba segura de que lo único que se podía tomar de ella eran falsas expectativas, vacío, pedazos cortantes que él prometió mantener unidos, sin pegamento pero en el mismo saco donde pudiera encontrarse en caso de necesitarlo; recuerda esa sensación, el saberse imposible de arreglar pero posible de encontrar.

Recuerda las noches en cuyas madrugadas agotaban una botella de Jack Daniel’s, las conversaciones que no llevaban a nada más que sonrisas socarronas y estúpidas palabras que sembraban una diminuta semilla en aquella relación insólita, la curiosidad por alguna cicatriz, por algún tatuaje, por un pasado. Recuerda el primer beso, la manera en la que rompía sus propias reglas por aquella atracción que resultaba una adicción más intensa que la nicotina que fumaba cada día, la manera en la que constataba que la quería a ella como a nadie más.

Quiso creer ciegamente cuando supo que no la rompería, que no permitiría que nadie se lo hiciera de nuevo.

Quiso poder contarle hasta el último significado de la tinta que cubría su cuerpo, decirle cuál era aquel lugar al que siempre acudía cuando era una niña para intentar sentirse más cerca de su difunto padre, mostrarle el talento que ni ella conocía respecto al cante, compartir madrugones para pasear doce pares de patas, sostener su mano cuando necesitase un apoyo que no pediría ante la mirada maternal, enseñarle a aquellas personas que eran lo más importante en su vida.

Quiso creerlo y lo creyó, quizás cuando fue demasiado tarde.

Ahora no le queda mucho de entonces, cuatro patas, un vicio al Jack y palabras que preveían rotas promesas que fueron todo para ella. Y los recuerdos.

Está rota y escoge esconderlo, tomar esa coraza que una vez construyó respecto al mundo y empujar todo lo que siente dentro, mientras empuja al resto fuera. Sobre todo cuando ellos están demasiado cerca. No puede querer, pero eso no cree sea algo nuevo.


Y al final, todo lo que ella quiso darle alguna vez y todo lo que él dijo alguna vez se quedaron en sencillos posos de café.

L. M. J. 

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