(no) Todos los días.

Todos los días de su vida, Marcos mantiene una rutina que algunos calificarían de aburrida.

Se levanta a las seis de la mañana, directo al cuarto de baño para darse una ducha que le permita espabilarse. Se asegura de que su incipiente barba tiene un aspecto decente, afeitándose cuando es necesario, vistiéndose directamente cuando no lo es. Luego baja a desayunar, sin prisa pero sin calma, antes de salir directo al trabajo y pasar una larga jornada en la que lo único que desea es salir a la hora de la comida.

En ocasiones come en el trabajo, en una pequeña sala acondicionada para ello, en ocasiones se permite acudir a un bar cercano con algunos compañeros. Después tiene que volver al trabajo, pero tan solo hasta poco después del mediodía, momento en el que vuelve a casa.

De camino a casa se entretiene, durante largo rato, en la puerta de una anciana mujer que siempre le confunde con su nieto. No se queda más de veinte minutos, lo justo para que ella, cada vez más mayor, más sorda, más ciega, menos móvil, pudiera quedarse completamente tranquila antes de volver a casa.

En casa se cambia, se pone ropa más cómoda y sale al gimnasio con su bolsa de deporte. No es un obseso de las pesas, pero le gusta mantenerse en forma y por ello, hora y cuarto después vuelve a casa. Toma otra ducha, se pone algo de estar, adelanta algo de trabajo hasta la hora de la cena, cena, toma algo de tiempo en ocio y después se acuesta temprano.

En ocasiones, como es normal, esta rutina se rompe.

En ocasiones, su pareja despierta con él y ocupa algo más de su tiempo en la ducha, entre juegos de pasión y besos que roban cada segundo al tiempo compartido.

En ocasiones, su horario de trabajo acaba a la hora de comer y decide acercarse a casa de sus padres, invitarlos a una comida o comer allí mismo algún plato caliente que su madre tan amorosamente prepara, siempre de más por si acaso.

En ocasiones, alguna anécdota de Carmen hace que se quede más tiempo en su compañía, inmerso en sus relatos y olvidando que ya lleva más de media hora en su compañía.

En ocasiones, el gimnasio se vuelve un campo de fútbol en el que juega con sus amigos.

En ocasiones, decide hacer un maratón de sus películas favoritas en lugar de adelantar trabajo, no cenar algo ligero sino una pizza pedida en su pizzería favorita o quizás comida china, no se acuesta temprano sino bien entrada la madrugada.

Pero toda rutina u ocasión de romper dicha rutina, se viene abajo aquella tarde.

Ha llegado tarde al trabajo, pero ha podido salir antes y comer, igualmente, en compañía de sus compañeros de trabajo. Tiene asegurado que hoy no hay gimnasio, sino una tarde de cine que acabará antes de la cena aunque igualmente se entretendrá en algún restaurante.

Se le olvida al pasar por casa de Carmen, encontrando en su puerta la figura de algunas personas cuyos ojos no dejan de derramar lágrimas, entre ellas su nieto Alberto. No se detiene, no sabe por qué, sino que pasa de largo y lo único que en su vida se mantenía constante se rompe en pequeños pedazos. No hacen falta explicaciones. Solo camina, de vuelta a casa, sabiendo que no volverá a tener la misma rutina de todos los días.

Comentarios