Todo lo que no me dejaste decirte.

Es, básicamente, que doliste como nadie había dolido en mucho tiempo.

La frustración.
La impotencia. 
La repentina soledad.
El vacío.

La culpa, volviendo a rascar debajo de mi cama como si hubiera hecho algo malo. O como si hubiera hecho algo, simplemente.

Los segundos.
Los minutos.
Las horas.
Los días, uno tras otro sin saber, sin poder.

Doliste,
por que te habías convertido en mucho. Pero no en todo.

Y esa fue mi condena a tus ojos.

Comentarios